Sabía que llegaría este momento.
Este instante, de soledad estrepitosa. Este segundo en que todo parece ser en vano, incluso tu sonrisa… que ya no es la misma.En estos minutos, los leales, los únicos amigos son los recuerdos. La memoria: esa caja multicolor de emociones (ese matiz que se pasea entre el gris y el rosa), la que conserva esas malditas réplicas de acciones antes hechas; aquellas cosas que se hacen acometidas por deseos imperiosos, que no tienen explicación racional, como este día… que no tiene justificación.La atmósfera en que me muevo está enrarecida, tan frías las personas ¿no?, tan triviales sus conversaciones ¿no? No puedo emitir opinión sin parecerles auténticamente “rara”, ni siquiera entro en la categoría de distinta (que tendría una connotación más especial) Rara… de distinto color mis pensamientos, de otra raza mis ideales, de otra cultura mi fe.Entonces recién observo que soy distinta, que no me gustan sus caras maquilladas con hipocresía, ni su último descubrimiento facial, invisible a los ojos que miran algo que aletea en el pecho). Tampoco me agradan sus risas exageradas, ni sus espejos omniscientes, ni sus saludos tan afectivos, ni sus pensamientos titubeantes entre: lo amo, mucho, poquito, nada.Busco entonces aquellas amistades de antaño, con las que la naturalidad afloraba en mí tanto como en ellos, y charlábamos horas sin inquirir en las vanidades. Indagábamos entonces en lo vital, y sólo eso nos satisfacía, eso nada más nos dejaba agotadamente felices. Busco y no encuentro.
Bien que te hayas hecho un blog!
ResponderEliminarVi esto en una nota a finales del año pasado, y me gustó.
Nos vemos!