Nos amamos como niños,
Nos sentimos tan cerca,
¿Qué importaba besarnos?
Enseñar nuestras lenguas torpes,
Cerrar nuestros ojos y habitar en lo más profundo de nuestro amor.
Dejarnos caer como hojas en otoño,
Amarrarnos hasta languidecer,
Respirar agitados y odiar los próximos catorce segundos que quedaban,
Besarnos con furia y con temor,
Con la coherencia indivisible en medio, con la belleza inexistente en frente,
Con la presión de nuestras tímidas piernas,
Que no hacían más que arder.
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