Lo único
que te puedo enseñar es lo mejor que se hacer, amar. Amo con tantas ganas, que aun no se me pasan
las que tengo por mi primer amor, ni por el segundo, ni por ninguno, y a medida
que transcurren los años, creo que nunca los dejaré de amar. Amo todo, la
tierra, la madera, el frío, los paisajes, las fotografías ajenas. Lo único que
se me ocurre contigo es amarte; refugiarnos en mi casa los domingos, brindar
por las tardes nubladas con un café, besarte en la mejilla con placer. Amarte
sin estrategias, amarte con confianza, amarte a pesar de saber que te irás
algún día con otra. Amarte con despedidas, que pasar todo el día juntos no es
garantía de que querré más, sino de que un día la discusión será la monotonía.
Amarte con la cabeza, el corazón, mis celosas piernas, amarte con mis cabellos
enredados en tus manos, buscar el universo en tu espalda, estudiar las
constelaciones de tu boca abierta, llamarte amore
por lo romántico que suena el francés en nuestras lenguas tan profanas. Amar y
profetizar nuestro final de novela, amarte hasta envejecer como las hojas
secas, Amarte tanto hasta el punto de no llorar por nuestro finale, de abrir los brazos para que
vayas a buscar amor a otra parte. Amarte tanto que me olvide de los abandonos
de antes, amarte con canciones, amarte y de tanto amor entregarme. Virgen a tus
manos seculares.